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El héroe oculto del fondo del mar: quién es SuBastian, el robot que cautiva al mundo desde Argentina

JotaPosta en la calle (o mejor dicho, bajo el agua)|

Desde hace varios días, el fondo del mar argentino ocupa un lugar inesperado en las pantallas. No por una catástrofe, ni por una alerta climática, sino por una exploración científica transmitida en vivo que, contra todos los pronósticos, se convirtió en fenómeno. La expedición impulsada por el CONICET junto al Schmidt Ocean Institute ya superó el millón de visualizaciones y tuvo picos de más de 80.000 personas conectadas al mismo tiempo.

Cada jornada, nuevas imágenes muestran un paisaje que no sabíamos que existía: corales fósiles, peces abisales, estrellas de mar que parecen esculturas y basura humana incrustada en el lecho oceánico. La escena sucede frente a las costas de Mar del Plata, a más de 3.000 metros de profundidad, en pleno cañón submarino.

Pero en medio del asombro por los organismos marinos, hay una pieza fundamental que, curiosamente, pasa desapercibida. Un protagonista sin rostro, sin voz, sin nombre en los titulares, pero sin el cual no veríamos nada. Se llama SuBastian. Y es un robot.

SuBastian es un vehículo de operación remota (ROV, por sus siglas en inglés) diseñado para explorar zonas oceánicas profundas. Está conectado al barco por un cable de fibra óptica que le permite transmitir imágenes en tiempo real y recibir instrucciones desde la superficie. Puede alcanzar hasta 4.500 metros de profundidad y está equipado con cámaras de ultra alta definición, luces LED, brazos robóticos articulados y sensores que recopilan datos físicos, químicos y biológicos. Se controla desde el buque Falkor (too), con una consola que parece sacada de una nave espacial. Un equipo técnico especializado guía cada movimiento como si se tratara de una coreografía submarina.

¿Cómo obtuvo su nombre? SuBastian, al igual que el barco Falkor, toma su nombre de personajes de la novela “La historia interminable”, de Michael Ende. Bastian, el niño protagonista, es quien se sumerge —literal y simbólicamente— en una realidad desconocida. El juego de palabras funciona en dos niveles: el robot se llama así por el personaje y porque, literalmente, se “sumerge”. Pero la conexión va más allá: los pasillos del barco Falkor tienen fragmentos de la novela escritos en las paredes, como si la expedición también fuera, a su modo, una aventura fantástica.

El Falkor (too) no es un crucero, ni un laboratorio flotante tradicional. Es una plataforma de investigación de última generación que opera de forma colaborativa con científicos de todo el mundo. En esta misión, por ejemplo, el personal argentino del CONICET trabaja codo a codo con equipos internacionales. Y aunque la atención mediática suele centrarse en los animales hallados, en los récords de profundidad o en las postales inéditas del océano, la operación entera depende de SuBastian.

En tiempos donde la ciencia local es ignorada, subestimada o directamente desfinanciada por el gobierno, que recorta presupuestos, desoye a sus investigadores y amenaza el trabajo sostenido de décadas, el impacto de esta transmisión cobra otro valor. No es solo un proyecto de divulgación; es una demostración concreta del conocimiento y la tecnología que Argentina puede generar y articular cuando hay voluntad y recursos. Por eso, más que nunca, mirar el fondo del mar también es mirar hacia adentro.

Porque debajo de los 3.000 metros, entre esponjas y peces, hay algo más profundo que el agua: una reivindicación silenciosa de la ciencia que queremos defender.

Mientras todos hablan de los peces, de los misterios del abismo y de los récords de audiencia, en JotaPosta decidimos mirar a quien lo hace posible. Porque también allí hay una historia que merece ser contada.

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