El Cervantes Revive el Brillo de la Revista Porteña
A veces el teatro argentino se permite brillar con todo su esplendor. Y cuando eso sucede, se agradece. La Revista del Cervantes no es solo un homenaje a un género históricamente subestimado, es una celebración viva, potente y luminosa del patrimonio cultural que llevamos en la sangre.
Desde que se abren las puertas de la majestuosa sala María Guerrero —un tesoro arquitectónico en sí mismo—, algo se enciende. Una promesa. Un viaje. Y La Revista del Cervantes lo cumple con creces: puesta en escena deslumbrante, orquesta en vivo que respira junto a cada cuadro, y un elenco que no actúa, sino que vibra.
Los actores y actrices no solo cantan: dicen cantando, con una claridad y fuerza vocal que conmueve. Cada personaje está construido con precisión, ternura y humor. En especial, un Tato Bores que parece haber vuelto del pasado para recordarnos que el ingenio no pasa de moda.

El guion sorprende por su originalidad y versatilidad, salta entre épocas y estilos con una soltura admirable, hilvanando risas, crítica y memoria. El vestuario y la escenografía acompañan como protagonistas silenciosos: plumas, brillos, telas que cuentan historia, escaleras que son símbolo y declaración de estilo.

Pero tal vez lo más poderoso de esta obra sea el acto de justicia que representa. Porque reivindicar la revista no es un gesto nostálgico, es reconocer una forma de arte popular que nos pertenece. Que nos formó. Que marcó generaciones y fue semillero de grandes artistas.
La Revista del Cervantes es una obra que emociona, que hace reír, pensar y aplaudir de pie. Y que nos recuerda que el teatro, cuando se hace con alma, tiene la capacidad de transformar una noche en un recuerdo imborrable.