Trabajo, pan y milagros: lo que representa San Cayetano para los argentinos

JotaPosta en la calle| Trabajo, pan y milagros: lo que representa San Cayetano para los argentinos Cada 7 de agosto, la ciudad amanece con olor a vela, pasos cansados y murmullos que son medio rezo, medio ruego. Desde bien temprano, la fila en Liniers no es sólo de fieles: es de laburantes, desocupados, jubiladas, jóvenes con mochilas, changarines, profesionales sin suerte y madres que llevan a sus hijos de la mano. Todos van a ver a uno solo: San Cayetano, el santo del trabajo. El de la espiga en una mano y el Niño Jesús en la otra. El patrón de lo que falta.
Pero, ¿por qué a él se le pide trabajo? ¿Y por qué acá, en Argentina, esa devoción se volvió tan masiva como emotiva?

Del pan al trabajo
San Cayetano nació en Italia en 1480, y aunque era noble, eligió una vida humilde, dedicada a los pobres. Fundó hospitales, atendió a enfermos, y se negó a acumular bienes. En tiempos de crisis y hambre, se lo empezó a asociar con la provisión del pan. Con el tiempo, y especialmente en América Latina, esa idea se transformó: el pan no se pide, se gana, y para ganarlo hace falta trabajo.
Así fue como, en Argentina, la devoción mutó: San Cayetano pasó de ser el santo del pan al santo del trabajo. Y con cada crisis, su imagen se volvió más necesaria.

Liniers: fe en fila
El santuario de Liniers fue fundado en 1900 y consagrado como parroquia en 1930. Desde entonces, la peregrinación crece año tras año. Pero el punto de quiebre fue la crisis del 2001. Con más de 20% de desempleo, miles comenzaron a llegar al templo no sólo por tradición, sino por necesidad. Desde entonces, el 7 de agosto es también una postal del país: la fila se vuelve termómetro social.
En silencio, entre estampitas y ojos cerrados, no se pide limosna: se pide trabajo. Dignidad. Oportunidad.
Un símbolo nacional
Según datos de la Iglesia argentina, el trabajo sigue siendo hoy el pedido más frecuente de los fieles. No por ambición, sino por supervivencia. Porque en este país de talento excedente y oportunidades escasas, tener un empleo digno es cada vez más un privilegio que un derecho.

Los curas de barrios populares, los movimientos sociales, las organizaciones que acompañan —todos coinciden—: la fe en San Cayetano es también una forma de resistencia. Una manera de no resignarse, de seguir esperando algo más justo.
El santo de un pueblo que no se rinde
En cada vela encendida hay una historia. En cada fila, una urgencia. En cada “gracias por el trabajo conseguido”, una victoria. Por eso San Cayetano no es sólo un ícono religioso: es un símbolo popular, un refugio emocional, un espejo de lo que la Argentina todavía le debe a su gente.

Porque cuando el trabajo falta, no es sólo el bolsillo el que duele: es la autoestima, el proyecto, la vida cotidiana. Por eso se le pide. Y por eso, también, se le agradece.
La misma realidad, desde otra mirada.
