Lewis Hamilton volvió a estar a centímetros del drama en el Gran Premio de Estados Unidos de Fórmula 1. Durante la vibrante carrera sprint en el Circuito de las Américas, un accidente múltiple en la primera curva desató una lluvia de escombros de fibra de carbono que voló peligrosamente hacia el monoplaza del siete veces campeón. Pero una vez más, la rigidez del Halo —el controvertido arco de protección de titanio, obligatorio desde 2018— interceptó la pieza y evitó un impacto directo en el casco del piloto británico.
Este episodio en Austin no es un caso aislado, sino la enésima demostración de la relevancia de una medida de seguridad que, en sus inicios, generó rechazo entre varios paddock. La imagen captada a bordo es contundente: el fragmento de auto rozó el Halo de Hamilton, silenciando el peligro. El propio piloto, tras el susto, admitió a Sky F1: “Logré evitar el drama en la curva 1, por poco”.
El sistema ya había salvado a Hamilton en 2021, cuando el Red Bull de Max Verstappen terminó sobre su Mercedes en Monza. La FIA impulsó esta tecnología como respuesta a tragedias pasadas, y cada carrera reafirma que, en el vertiginoso ballet de la F1, el Halo es mucho más que una estructura: es el guardián de titanio de la vida.
